¿Qué nos hace realmente celebrar la Navidad?
- silkehorn
- 26 dic 2024
- 4 Min. de lectura
En estos últimos días o semanas me he estado preguntando mucho cuál es, para mí, el verdadero significado de la Navidad. Esta reflexión no solo me ha llevado a explorar el concepto de la celebración, sino también a examinar cómo influye en mi vida diaria. Me ha permitido detenerme a observar qué cambios necesito hacer en mi interior para vivir plenamente el espíritu de esta época. Parece una pregunta fácil de responder; sin embargo, me sorprendió lo mucho que me costó hacerlo. Por ello, traté de hacer un análisis exhaustivo sobre el tema.

En términos religiosos, la Navidad representa el nacimiento de un ser puro y bondadoso, un salvador que vino a limpiar el mundo de tanta maldad. Él era una persona buena, y con aquella bondad que nacía de su interior logró cambiar el mundo. Trasladando esto a la época actual, soy consciente (aunque muchas veces trato de mirar desde un punto más alejado) de que en el mundo existen atrocidades y situaciones muy desfavorables que nos afectan incluso con solo saber de ellas. Sin embargo, en medio de tanta maldad, también existen salvadores: seres de luz y bondad que hacen que el mundo sea mejor, sin pedir nada a cambio, más que su propia paz mental.
¿Pero quiénes son esos verdaderos seres de amor? ¿Aquellos que comparten sus juguetes, su comida, su tiempo, su paciencia, sus conocimientos sobre salud u otros ámbitos para ayudar a los demás? En efecto, sí, son todos ellos, si lo hacen con el corazón. Sin embargo, para mí, los verdaderos salvadores son aquellos que han logrado otorgar paz a su propia vida, que se han perdonado a sí mismos, que aceptan y agradecen cada situación que se les presenta. Son como faros en medio de la oscuridad, cuya luz no solo ilumina sus propios caminos, sino también los de quienes los rodean. Pienso en la madre que, tras enfrentar momentos de dolor, sonríe con esperanza al enseñar a sus hijos sobre el amor incondicional; o en el amigo que encuentra fortaleza para compartir palabras de consuelo aun en sus días más grises. Esa paz interior, cultivada con esfuerzo y gratitud, es el regalo más valioso que pueden ofrecer al mundo. Son quienes aceptan sus limitaciones sabiendo que nadie más que ellos mismos es responsable de su vida, y gracias a todas esas características transmiten una paz tan profunda que iluminan el mundo con luces navideñas y esperanza.
Hace ya un buen tiempo me alejé lo más que pude de las redes sociales, las noticias y otros entornos que me di cuenta no aportaban nada positivo a mi vida. Solo acrecentaban mi ansiedad por tratar de arreglar un mundo roto. He escuchado muchos cuestionamientos: que era egoísta por no comentar publicaciones, que era ignorante por estar ajena a ciertos temas en tendencia. Sin embargo, lo que logré fue armar la Navidad en mi corazón: tratar de ser una mejor persona, limpiando aquello que no me sumaba y haciendo espacio para lo que verdaderamente importa.
Mi bienestar hizo que mi primer anillo familiar viviera mejor. Recuerdo momentos específicos: como cuando comencé a escuchar con más paciencia a mis hijos mientras compartíamos historias en la mesa, o cuando un simple abrazo espontáneo trajo sonrisas después de un día difícil. Pequeños gestos como sentarnos juntos a decorar el árbol de Navidad o dedicar tiempo a leer un cuento por la noche se convirtieron en instantes llenos de significado. Estos cambios internos trajeron una armonía que se reflejó en nuestra convivencia diaria, haciendo que cada día se sintiera como una celebración del amor y la unidad. Al darme cuenta de que todas las limitaciones provenían única y exclusivamente de mi interior, logré sanar (quizá no por completo) heridas del pasado y abrir puertas a nuevas oportunidades. Hoy sé que la Navidad vive en mi hogar. Vive en dos niños pequeños que están comprendiendo la importancia de ser felices y de vivir agradecidos, que entienden que por encima de lo material prima la unidad y la familia que estamos formando. La Navidad vive en la vida que llevo dentro y que va a dar más color a nuestras vidas. La Navidad vive en unos padres que, a pesar de sus defectos y limitaciones, desean a diario ser mejores personas para dejar un legado de amor en sus hijos, y que esa misma chispa pueda derramarse por el mundo más adelante.
En resumen, el significado de la Navidad es lograr comprender que todos tenemos la capacidad suficiente para cambiar nuestro interior y hacerlo más fructífero, para que ese bienestar sea un renacimiento diario y no solo una celebración una vez al año. Porque cuando transformamos nuestro corazón, esa paz y alegría que cultivamos se convierten en regalos invaluables que podemos compartir con los demás: en una palabra amable, en un abrazo sincero, o en el simple acto de estar presentes para quienes nos rodean. La Navidad es amarnos a nosotros mismos para, así, irradiar ese amor hacia los demás, llenando el mundo de esperanza y luz. La Navidad es amarnos a nosotros mismos para, así, lograr amar a los demás.
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