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El valor de ser una unidad

  • Foto del escritor: silkehorn
    silkehorn
  • 15 nov 2024
  • 2 Min. de lectura


Finalmente, nuestro hijo mayor cerró con mucha alegría su primer año escolar. Para algunos podría ser un pequeño hito, pero para nosotros como familia es un logro inmenso. Fue un año en el que aprendió a cumplir con sus responsabilidades: levantarse temprano, llegar puntual, no faltar a clases y entregar sus tareas a tiempo. Al hablar con él, le hice saber lo importante que ha sido este esfuerzo. Lo vi orgulloso de sí mismo, y para nosotros, eso es lo esencial: que cada logro suyo lo llene de alegría y satisfacción personal.


Esta semana, marcada por etapas culminadas, mi esposo me dedicó unas palabras que me llegaron al corazón. Me reconoció como una pieza clave en el desarrollo de nuestro hijo durante todo el año escolar. Agradeció mi esfuerzo al estar presente día a día, desde despertarlo temprano, vestirlo, prepararle su merienda y acompañarlo con sus tareas. Sin embargo, en una conversación profunda entre ambos, llegamos a una conclusión que define lo que somos como pareja: somos una unidad.


Aunque haya sido yo quien estuvo más directamente involucrada en el día a día de nuestro hijo, mi esposo fue fundamental para que pudiera hacerlo. Sin él, no estoy completa, porque juntos somos "uno solo". Si él está bien, yo estoy bien, y viceversa. Como él mismo dijo, tal vez no comparta los mismos temores que me abruman a veces, pero al ser una unidad, mis inseguridades también son suyas, y juntos las enfrentamos. Del mismo modo, mis logros son sus logros, y cada paso que damos es un esfuerzo compartido.

Nuestra promesa de estar juntos "en lo bueno y en lo malo", hecha hace tantos años ante Dios, ha encontrado raíces profundas en el tiempo y en nuestros hijos. La vida nos ha enseñado a escucharnos, aceptarnos, ser empáticos y aprender a dar sin esperar siempre recibir. Pero también nos ha enseñado a saber recibir con gratitud lo que la vida nos ofrece cada día.


A menudo, escucho que describen nuestra relación como "suerte", pero sé que es mucho más que eso. Es un esfuerzo constante de ambos, un compromiso de dejar atrás prejuicios y prioridades individuales para construir, día a día, esa unidad que llamamos hogar. Seguimos aprendiendo, con mucho por descubrir aún, pero hemos logrado crear un espacio lleno de amor y respeto que esperamos sea un ejemplo para nuestros hijos. Mi mayor anhelo es que, cuando ellos crezcan, recuerden a sus padres como una unidad: dos personas que, siendo distintas, caminaron siempre como una sola.


Quiero dejar claro que esta es mi experiencia personal, y no pretendo juzgar ni comparar con quienes, por circunstancias de la vida, no han tenido la misma fortuna en sus relaciones. Solo envío un abrazo desde la distancia a quienes enfrentan desafíos diferentes. Hoy, más que nunca, agradezco la vida que me toca vivir y la oportunidad de seguir fortaleciendo esta unidad que, para mí, es un verdadero regalo.


Con amor.


Silke

 
 
 

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