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La Aldea y su magia

  • Foto del escritor: silkehorn
    silkehorn
  • 5 dic 2024
  • 1 Min. de lectura

Gramado, un rincón que desafía las palabras, me abrió sus puertas para explorar su magia y maravilla en cada detalle. Entre sus tesoros más encantadores está la Aldea de Papá Noel, un lugar que no sólo me invitó a soñar, sino que me recordó una verdad esencial: solo necesitamos creer para lograr lo que anhelamos.


Allí, entre luces, juguetes y aventuras, me transporté a mi infancia. Por un instante, volví a calzar los zapatos de niña y, con ellos, la capacidad de soñar sin límites, de imaginar un mundo ideal donde todo es posible.

Pero entonces me asaltó la eterna pregunta: ¿en qué momento dejamos de mirar con ojos de niño y abandonamos nuestra fe en la magia? ¿Por qué tenemos tanta prisa por crecer?


Un niño cree con una certeza inquebrantable. Para ellos, el mundo está lleno de posibilidades, y confiar es suficiente para abrir cualquier puerta. ¿Por qué, como adultos, perdemos esa fe?

Lo que me recordó la Aldea de Papá Noel es algo que quiero atesorar y transmitir: nada es inalcanzable si primero creemos que es posible. Con fe y esfuerzo, el universo conspira a nuestro favor.


Deseo que mis hijos crezcan y se conviertan en personas grandes, con sueños que los lleven más allá de sus propios límites. Pero, más que nada, anhelo que conserven siempre esa mirada de asombro, esa chispa de magia que transforma lo ordinario en extraordinario. Que nunca dejen de creer en lo imposible, porque es en esa fe donde nacen los sueños más bellos y las realidades más luminosas.


Gracias Aldea, por haberme recordado la importancia de creer.


Con amor


Silke

 
 
 

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