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La mitad del camino, el todo de la vida

  • Foto del escritor: silkehorn
    silkehorn
  • 18 sept
  • 2 Min. de lectura

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En unas semanas más, voy a estar cumpliendo cerca de 1.880 semanas de vida. Quizás un poco más, quizás un poco menos. Y aunque ese número suene enorme, si pienso en la famosa analogía del Libro "Las 4.000 semanas de vida", me doy cuenta de que estoy prácticamente en la mitad del camino.

Esa idea me llevó a preguntarme: ¿Qué hice hasta ahora con estas primeras 1.880 semanas?


Aprendí que no hace falta un ropero lleno de ropa si no somos capaces de sentirnos bien en nuestra propia piel. Aprendí que una casa puede ser hermosa y lujosa, pero si no late como hogar, no sirve de refugio. Que un auto nuevo de nada vale si los viajes en familia no están llenos de charlas, risas y silencios compartidos.


Entendí también que los sueños están ahí para cumplirse, pero que no llegan de un día para otro: hay caídas, tropiezos y aprendizajes en cada peldaño que subimos. Y que la verdadera magia no está en la meta, sino en el camino.


Sigo aprendiendo. Me cuesta aceptar que hay cosas que nunca entenderé: las injusticias, las guerras, las fatalidades que golpean de repente. Estoy aprendiendo a dejar de preguntarme “¿por qué?” y a recordarme “esto también pasará”. Los días malos no duran para siempre, como tampoco duran los buenos: por eso hay que vivir cada instante con gratitud.


No me entristece pensar que tal vez ya viví la mitad de mi vida. Al contrario, me reconforta saber que finalmente comprendí que cada día tiene que valer la pena. Con mucho, con poco o con lo justo, lo esencial está en nuestra capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas, de esas que tantas veces dejamos pasar inadvertidas.


Soñé muchas veces con una vida distinta: con viajar, con estudiar afuera, con tener la seguridad financiera que tanto anhelaba. Sin embargo, la vida me regaló un rumbo inesperado. Hoy trabajo desde mi casa, cuidando de mis hijos, viviendo días caóticos, agotadores y maravillosos. Y comprendí que esta, justamente esta, es la vida que quiero vivir.


Porque si algo me dejaron estas 1.880 semanas, es la certeza de que la felicidad no está en lo que me falta, sino en lo que soy capaz de valorar hoy.


Con amor.


Silke

 
 
 

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