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Tomados de la Mano, Siempre

  • Foto del escritor: silkehorn
    silkehorn
  • 15 mar
  • 2 Min. de lectura

Nuestra familia está cada vez más cerca de recibir a su nueva integrante. Hay emoción en el aire, mezclada con una suma de miedos y ansiedades de mi parte, pero en el fondo sé que lo haremos bien. Sé que esta personita vendrá a completar nuestro maravilloso viaje.

En este proceso, mis hijos varones están comenzando la transición de dormir juntos en otra habitación. Les explicamos que la bebé necesitará cuidados especiales en sus primeros meses y que ellos, como hermanos mayores, tendrán un rol importante en esta nueva etapa, empezando por fortalecer su independencia. Hasta ahora, lo están llevando bien, aunque sé que el momento en que vean a su hermana será cuando todo se haga realmente tangible. Mientras tanto, estamos sembrando en ellos las bases de la hermandad: queremos que comprendan y sientan que serán tres contra el mundo, en un camino donde el amor sea lo único que importe. Y que, aunque con el tiempo la vida los lleve por distintos caminos, siempre podrán contar el uno con el otro.

Como ambos están creciendo y necesitan su propio espacio, improvisamos una cama doble en su habitación: el pequeño duerme abajo y el mayor arriba. Sin embargo, buscan contacto todo el tiempo. A veces, a mitad de la noche, uno se cambia a la cama del otro, y finalmente terminan durmiendo juntos. A pesar de sus constantes y normales discusiones, mi hijo mayor ha asumido el papel de guía y ejemplo para su hermano. Se está dando cuenta de que todo lo que hace repercute en él, y eso me sorprende mucho. Incluso los gestos más pequeños del hermano mayor son imitados con naturalidad por el menor.

Hace unos días, me acosté con ellos en su habitación. Me recosté en la cama del mayor, mientras el pequeño quedó abajo. Por mi estado, me cuesta tenerlos a los dos en la misma cama, así que convencí al más chico de que se quedara abajo, asegurándole que le pasaría la mano para que se sintiera seguro y pudiera dormir tranquilo. Días después, en una de mis tantas idas al baño de madrugada—esas en las que siempre aprovecho para ver si están bien—los encontré en sus respectivas camas. Pero para mi sorpresa, dormían tomados de la mano, igual que aquella noche en la que yo lo había hecho con él.

Ser testigo de ese momento me hizo reflexionar, una vez más, sobre la importancia del ejemplo que les damos a nuestros hijos. Tanto lo bueno como lo malo queda impregnado en su mente sin que nos demos cuenta. Qué gran responsabilidad es ser padres. Y al mismo tiempo, cuánto anhelo que siempre se cuiden y se amen, más allá de sus diferencias. Pero esa ya no será mi decisión. Ellos construirán su vínculo por sí mismos, aunque desde ahora les dejamos la base más importante: la certeza de que el amor es todo lo que realmente importa.

 
 
 

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