Vivir no es tachar listas.
- silkehorn
- hace 13 horas
- 2 Min. de lectura

Hace poco empecé a leer el libro Las 4.000 semanas, plantea una idea tan simple pero que te hace reflexionar, y la verdad que asusta un poco: en promedio, una vida humana dura unas 4.000 semanas. Cuatro mil. No suena a tanto cuando lo pensamos así. Y entonces surge la pregunta de forma inevitable: ¿Qué estoy haciendo con ese tiempo?
Este libro llegó a mis manos en un momento justo, con un lenguaje sencillo y profundo. Cada página me deja alguna verdad resaltada, algo que me obliga a detenerme y mirar mi vida desde otro ángulo.
Hoy leí una frase que me sacudió: "Pasamos los días tratando de tachar tareas de la lista, y como resultado, vivimos mentalmente en el futuro."
Ahí me vi reflejada. Soy de esas personas que quieren ser productivas en todos los ámbitos posibles: laboral, familiar, personal. Amo hacer listas, es como un ritual para mí. Tengo cuadernos, agendas. Me da una enorme satisfacción ir tachando lo que ya hice. Pero cuando la lista se vuelve infinita, cuando al final del día no logré tachar nada, esa satisfacción me frustra. Es como un ancla que me hace vivir pendiente de lo que “falta” en vez de estar presente en lo que ya es.
Y sé muchas de esas cosas podría delegarlas. En el trabajo, por ejemplo, cargo con tareas pensando que sólo yo podré hacerlas bien. Tal vez es cierto que otro lo hará distinto, que necesitará seguimiento. Pero también es cierto que ese control me ata a una exigencia irreal. Y esa misma lógica se repite en casa. Me ha costado, y aún me cuesta, pedir ayuda. Asumí que era mi responsabilidad hacer todo, como si pedir ayuda fuera fallar.
Pero en este camino de aprendizaje voy entendiendo que vivir también es elegir. Que tengo que empezar a priorizar las cosas porque es la forma más humilde de amarme. Que hay días en los que tengo que decir: “esto sí, esto no, esto puede esperar”. Porque si estoy con mis hijos, si estamos jugando un tatetí, lo importante es estar de verdad ahí. Ellos no recordarán si terminé o no el Balance a tiempo. Pero sí recordarán que su mamá se sentó a jugar con ellos, que se rio, que les prestó atención.
Siempre digo: a los chicos no les importa si su ropa está perfectamente planchada. Lo que les importa es que estemos ahí, en tiempo presente. No digo que dejemos todo de lado ni que vivamos en el desorden, o que dejemos de perseguir nuestros propios ideales, pero sí que sepamos qué es lo que tiene mas valor: una lista tachada o unos cálidos abrazos sin prisa.
Quiero que mis hijos recuerden que yo estuve. No como una madre perfecta ni como una profesional incansable. Sino como una persona real, presente, que supo decir “hasta acá llego hoy”, que aprendió a pedir ayuda, que eligió estar cuando ellos más la necesitaban.
Y si de las 4.000 semanas que tenemos, yo puedo vivir la mayoría conectada con lo que realmente importa, entonces voy a poder decir que viví bien.
Comments